
La rosa negra
Por fin, llegué a tu morada, a tu reino, a tu castillo. Allí estabas tú, junto a las murallas, esperando. Se te distinguía a distancia, tu hermosura radiaba iluminando todo el día, solo podía ser una persona, solo podías ser tú. Llegaba algo tarde, pues a mitad de camino, tuve que parar en mi viaje, para dar descanso a mi caballo, pero eso a ti no te importo, seguías ahí, confiando en nuestro encuentro. Mientras los pasos de mi caballo me acercaban a ti, pude observar como levantabas la cabeza poco a poco, divisando mi silueta sobre el caballo. Baje despacio, no quería demostrar impaciencia ni nerviosismo. Me tendiste la mano, la cual yo besé y me costó soltar, era tan dulce, tan suave... q ya me demostraba seguridad.Me invitaste a pasar, atravesamos un jardín hermoso, lleno de hermosas rosas y fuentes, de las cuales, el agua brotaba con total libertad. La noche ya estaba empezando a hacer aparición, y se distinguía alguna que otra estrella en el cielo.Mientras avanzábamos por el jardín camino del interior de tu hermoso castillo, mis ojos fijaron un momento la vista, sobre una rosa... una rosa negra, la cual me causó un inquietante saber de ella, pero... al darte cuenta de que la estaba observando, la miraste fugazmente y tiraste de mi mano, la cual tenias cogida y eso, me hizo pensar que, quizá, no te agradaba su presencia. Entramos en el interior, y la conversación fue fluyendo ente nosotros, hubo un momento en que nuestras manos se acariciaron, al intentar coger los dos a la vez uno de los pocos frutos que quedaban sobre una bandeja dorada. En ese momento mi corazón casi se sale de los más interno de mi pecho y pude notar en tus ojos un brillar nunca visto. Sabía a ciencia cierta que por mi corazón estaban rodando sentimientos que hacía tiempo no había sentido. A pesar de todo, la conversación siguió su curso. De tus labios manaban sonrisas que me hacían sentir bien, sonrisas que me hacían desear besar tus labios, calmando el suspiro de los mismos.Poco tardé en acariciar tu rostro, el cual apoyabas sobre mi mano, cada vez con más fuerza. En un momento, en un solo suspiro, nuestros labios ya eran parte de los dos, ya eran una misma cosa, ya eran un hermoso beso ente dos corazones. Fueron más de un beso, más de una caricia, mientras el momento de la despedida llegaba.Tú te levantaste, pediste perdón, y me dijiste que volvías en seguida. Saliste al jardín, y yo en mi afán de no perderme tu belleza, te observé por la ventana y, allí estaba tú, junto aquella hermosa rosa negra, llorando. Pude ver como las lágrimas resbalaban por tus mejillas, y no comprendía el por que, pero, comprendí, q aquella rosa, debía ser muy importante para ti, debía ser ese lugar donde llorabas a gusto, para desear no ser vista. Por alguna razón no querías que viera tu tristeza, tus lágrimas bañándote el rostro.Cuando volviste a entrar, no tuve el valor de preguntar el porque de esas lágrimas, y solo me aferré en despedirme rápidamente para que mis ojos no demostraran la tristeza que me inundaba. Tras un largo abrazo y un dulce beso, me acompañaste a la puerta y una vez allí, me dijiste, arrancara de raíz esa rosa, que en ella me llevaría tu corazón, tus sentimientos, tus lágrimas, que no me dejara engañar por el color y que la cuidara mucho, que esa rosa en mi mano reflejase todo el amor ofrecido en una noche, porque en ella tú, habías reflejado tus sentimientos hacia mi durante mucho tiempo. Me dijiste también, que cada vez que la mirara, recordara que tu deseabas repetir lo vivido.Una vez en el jardín, me acerqué a la rosa y, con mucho cuidado la cogí, y la miré durante un rato y, me di cuenta de que esa rosa, sería la primera de un jardín repleto de rosas del mismo color, pues en ella me llevaba tu corazón, y yo en ese lugar te dejé todo mi amor.